No es fácil hablar del mercado del aceite sin sentir cierta tensión en el ambiente. Venimos de años convulsos, con precios disparados, olivos al límite y decisiones difíciles. Y ahora, cuando parecía que todo empezaba a estabilizarse, toca parar un momento, observar… y decidir con cabeza.
La campaña 2024/25 con una producción en torno a 1.415.000 toneladas en España, ha cambiado radicalmente el sentido de las conversaciones, con un balance positivo de la producción pero una bajada muy importante de los precios.
Y claro, eso preocupa a unos y alivia a otros.
Por otro lado, a la influencia del clima y el incoherente funcionamiento del mercado, se añade la incertidumbre derivada de la política internacional: Trump regresa a la Casa Blanca y, con él, también los aranceles. Justo cuando más necesitábamos estabilidad, nos encontramos con una montaña rusa de incertidumbre.
Producción estable, precios contenidos… ¿rentabilidad asegurada?
A finales del mes de junio, el virgen extra se está moviendo ya entre 3,30 y 3,83 €/kg, lejos de los 8 o incluso 9 euros de hace un año, sí, pero también lejos de lo que muchos consideran un precio justo. Según diferentes organizaciones del sector, el umbral de rentabilidad para buena parte del olivar tradicional, y más aún para el ecológico debería situarse por encima de 4,5 €/kg. Es decir, se está vendiendo por debajo de los costes de producción.
Y claro, con el riesgo de perder competitividad en mercados clave como Estados Unidos, la preocupación va en aumento.
Consumo interno y exportaciones: luces y sombras
En España, el consumo interno se ha recuperado, aunque sin grandes alegrías. La hostelería ha recuperado volumen, y los hogares, aún con precauciones, siguen apostando por el AOVE, aunque con más cabeza que impulso.
En el exterior, hay buenas noticias, por ejemplo, la consolidación del mercado japonés o el crecimiento en países del norte de Europa, pero también amenazas serias. Estados Unidos está en el punto de mira, con los aranceles como arma de presión, tanto para cooperativas y almazaras privadas como para comercializadores que, en muchos casos, han hecho una fuerte apuesta por ese mercado en los últimos años.
Decisiones que no se pueden postergar
En este contexto, las empresas, desde las más pequeñas hasta las más desarrolladas, se enfrentan a decisiones que no pueden seguir aplazando. ¿Ampliar contratos a medio plazo o esperar a mejores precios? ¿Entrar en nuevos mercados o reforzar los actuales? ¿Invertir en diferenciación o apostar por volumen?
Desde Iberbio, la sección comercial de bioQualis, lo estamos viendo en primera línea: cada campaña es más compleja que la anterior, pero también, cada vez es más importante contar con una estrategia. La diferencia entre aguantar y avanzar está, muchas veces, en cómo se articulan las relaciones entre productores, industrias y comercializadores, especialmente para el ecológico.
¿Y ahora qué?
Lo que viene no será sencillo, pero tampoco imposible de gestionar. El sector del aceite de oliva ha demostrado una capacidad impresionante de adaptación. La clave, como siempre, estará en saber leer el mercado, cuidar la trazabilidad, comunicar el valor real del producto y, sobre todo, trabajar en red.
Porque sí, los precios suben, bajan, se disparan o se hunden. Pero lo que da estabilidad no es el mercado… sino las relaciones que construimos dentro de él.