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Huella de carbono agroalimentaria: ¿una oportunidad comercial?

01/07/2025

La sostenibilidad ha dejado de ser un valor añadido para convertirse en un requisito. En el sector agroalimentario, donde cada vez más clientes, consumidores y cadenas de distribución exigen transparencia ambiental, la huella de carbono emerge como una herramienta clave. Pero ¿es solo una exigencia técnica o también puede abrir puertas comerciales?

¿Qué es la huella de carbono y por qué importa?

La huella de carbono mide la cantidad de gases de efecto invernadero (GEI) que se emiten a la atmósfera como consecuencia directa o indirecta de una actividad. En el caso del sector agroalimentario, esto incluye desde la producción en campo hasta el transporte, la transformación y la distribución.

Conocer y reducir la huella de carbono permite identificar puntos críticos, optimizar procesos y demostrar un compromiso ambiental con datos verificables. Pero además de ser una herramienta de mejora interna, está ganando peso como argumento de venta.

De indicador técnico a ventaja competitiva

Lo estamos viendo ya en licitaciones públicas, acuerdos con distribución y acceso a mercados exteriores: las empresas que conocen, gestionan y comunican bien su huella de carbono tienen más capacidad para diferenciarse, fidelizar clientes exigentes y acceder a mercados premium.

En particular, sectores como el vino, el aceite de oliva, las frutas y hortalizas frescas o los productos transformados ecológicos ya están incorporando la huella de carbono a sus fichas técnicas, etiquetas o catálogos comerciales.

Además, operadores internacionales —sobre todo del norte de Europa— empiezan a pedir no solo productos ecológicos o certificados, sino también informes de impacto climático verificables, que aporten credibilidad y trazabilidad.

¿Cómo empezar a trabajar con la huella de carbono?

El proceso no es tan complejo como parece, y tampoco es necesario ser una gran empresa para abordarlo. Existen herramientas adaptadas a cooperativas, PYMES y productores individuales. Lo importante es:

  1. Elegir una metodología reconocida (ISO 14067, PAS 2050, GHG Protocol…).
  2. Definir el alcance: ¿huella de producto? ¿de organización? ¿de proceso?
  3. Recopilar datos reales de consumo energético, insumos, transporte, etc.
  4. Calcular, interpretar y comunicar los resultados con honestidad y claridad.

Convertir el cálculo en relato

Tan importante como medir, es saber contar lo que se ha hecho. La huella de carbono, bien comunicada, permite demostrar con cifras que un producto es más eficiente, más respetuoso con el clima o más sostenible que su alternativa convencional.

No se trata de hacer «greenwashing», sino de construir una propuesta de valor basada en datos, mejora continua y transparencia. Algo que cada vez más compradores valoran… y premian.

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